Irak. La revolución es hoy, y mañana será otro día (Karlos Zurutuza)

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El autor apunta algunas claves sobre la guerra relámpago que avanza desde las provincias sunitas de Irak hacia Bagdad ante la estampida de las tropas iraquíes y que los suníes consideran "el triunfo de la revolución" que arrancó con las multitudinarias protestas de principios de 2013

¿Se acuerdan de aquellas multitudinarias manifestaciones por todo el oeste de Irak a principios de 2013? "Sabemos que podemos acabar con el Gobierno de Bagdad", trasladaba entonces a GARA Ghanem Alabed, principal portavoz de las protestas en Mosul. La campaña denunciando la represión a manos del Gobierno chiíta de Irak se saldó con una masacre pero, quince meses más tarde, el escenario se ha transformado radicalmente.

"La toma de Mosul es el triunfo de la revolución", exclamaba Alabed vía telefónica, poco antes del cierre de esta edición. "Ha sido gracias a grupos islamistas como Ansar al-Suna y el Ejército de los Muyaidines de Irak, pero a también a otros más liberales, e incluso a desertores de las fuerzas de seguridad", detallaba el activista.

Alabed incluía en la lista al JTRN (siglas en árabe para Ejército de la Orden de Nashqbandiya), la organización liderada por Ibrahim al-Duri, elegido líder del partido Baath tras la ejecución de Saddam Hussein en 2006.

La versión del activista se desmarca de la retórica de que "todo es Al Qaeda (y sus allegados)" y coincidía con los testimonios recogidos entre los cientos de miles de refugiados que intentaban salir de Mosul el miércoles. Numerosas fuentes consultadas por GARA mencionaban puestos de control gestionados por "sunitas locales" y el jueves por la mañana se hablaba de que muchos de los refugiados regresaban a Mosul tras una supuesta mejora de la seguridad.

El miércoles, Tarek Hashemi, exvicepresidente de Irak condenado a cadena de muerte in absentia por presunta "trama terrorista", describía el avance insurgente sobre Mosul como la "revolución de los oprimidos".

Alabed coincidía, justo antes de añadir que Bagdad será "la siguiente en caer".

Y es que asistimos atónitos a una auténtica guerra relámpago que solo se explica ante la estampida de las tropas de Bagdad. Los soldados de un Ejército considerado "de ocupación" en el oeste del país huyeron (primero lo hicieron sus mandos), básicamente porque no tenían nada que defender.

¿Que si era posible hacerles frente? Los kurdos de Siria llevan aguantando más de dos años el asedio yihadista porque, a diferencia del Ejército de Al-Maliki, primer ministro iraquí, defienden sus casas. Por cierto, sería interesante saber cuántos de esos insurgentes hoy rumbo a Bagdad accedieron a la región a través de la frontera turca, con salvoconducto de Ankara, y para combatir las aspiraciones de los kurdos de Siria.

Déjà vu. Por el momento, todo apunta a un tren en marcha y sin frenos al que se han ido subiendo distintos viajeros pero, ¿quién conduce la locomotora? ¿Son los antiguos manifestantes, hoy levantados en armas? ¿Es el Estado Islámico de Irak y el Levante, el mismo que gobierna un califato en Siria? ¿Acaso el Baath? Pero, un momento, ¿no hemos visto esto antes?

Irak, 2003. El pueblo iraquí toma las armas para defenderse de la agresión del entramado militar más sofisticado de la historia. Escasamente armados y peor entrenados, los sunitas del oeste del país reciben con los brazos abiertos a individuos llegados desde Pakistán a Marruecos, deseosos de morir en combate.

En su libro 'Counterinsurgency' (Oxford, 2010), David Kilcullen, asesor en contrainsurgencia del general David Petraeus en Irak y de Stanley A. McChristal en Afganistán explica que el centro de gravedad de todo movimiento insurgente es "su conectividad con la población local".

Pues bien, Al Qaeda falla en Irak cuando albañiles, ingenieros, taxistas, líderes tribales, profesores de universidad... todos contemplan con impotencia cómo los recién llegados pretenden imponer un modelo de sociedad para el que el adjetivo "medieval" resultaría demasiado progresista.

La intimidación es tal que son los propios sunitas los que acaban pidiendo apoyo y armas a los estadounidenses para luchar contra Al Qaeda, un gesto que llevaría a la creación de los llamados Consejos del Despertar. Estos, y no los estadounidenses, fueron los que derrotaron a Al Qaeda entonces.

La única excepción fue Mosul, último bastión del Baath, donde nunca se barajó dicha colaboración con los norteamericanos. En marzo de 2013 lo explicaba en estas mismas páginas el gobernador de Mosul, Atheel al-Nujaifi, añadiendo que, tras 2003, "Siria e Irán apoyaron algunas células de Al Qaeda en las zonas de mayoría suní para evitar una reestructuración de la sociedad civil local".

Y se trata de un discurso que suscribe Alabed, así como la mayoría de representantes políticos, agentes sociales, o simples ciudadanos suníes de a pie entrevistados por este periodista en los últimos ocho años.

"En Mosul, la mayoría de los asesinatos son de sunitas locales, muy raras veces de chiíes", acotaba Alabed.

Regreso al futuro. ¿Los chiíes persas apoyando a los extremistas suníes? A la vista de los antecedentes, y el acelerado deterioro de la sociedad suní en Irak desde 2003, resulta una hipótesis tan plausible que ni siquiera entra en la categoría de "teorías conspiranóicas".

¿Se ha valido también de ellos Al-Assad para sofocar la rebelión? Los kurdos están convencidos, y no son los únicos. Por el momento, en Raqa (principal plaza fuerte del EIIL en Siria) sigue sin caer un solo barril bomba.

Lo más paradójico de todo esto es que nadie pareció aprender de las lecciones de Irak: ni los insurgentes sirios cuyo levantamiento ha resultado fagocitado por el EIIL, y ni tan siquiera los propios iraquíes que sufrieron el sable wahabita en sus propias carnes antes de ser éstas laceradas por los chiítas.

Hoy vuelven a avanzar de la mano, eufóricos en esta blitzkrieg (guerra relámpago) sunita. En Mosul ya está prohibido que las mujeres salgan solas a la calle, pero no importa: la revolución es hoy, y mañana será otro día. E Irak no será.

(Gara)

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