Hambre de justicia y sed de libertad (Oriol Junqueras)

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En el amanecer de un nuevo país, con este espíritu determinado a vivir y convivir que exhibe toda nuestra gente, estimulante, esperanzado, brioso, nuevamente hoy volveremos a pisar la calle para hacer oír nuestra voz, la de todos los que tenemos sed de justicia y hambre de libertad. Lo haremos sonrientes, con nuestros hijos, junto a la comunidad educativa, y lo haremos tantas veces como haga falta, sabiendo que será necesario hasta que no contemos con un Estado que priorice el interés general, que trabaje a favor del bienestar social y que destierre esa obsesión identitaria de los gobiernos de turno.

Y a pesar de las adversidades, hace siglos que lo conseguimos. Si todas las energías que el Estado ha dedicado a hacernos la puñeta las hubiera puesto al servicio de la ciudadanía y de la economía productiva, todos habríamos salido ganando. ¿A quién puede interesar un Estado que crea problemas en lugar de resolverlos? Por eso es tan importante que construyamos nuestro propio Estado y que lo hagamos bien. Tenemos una oportunidad única y no la dejaremos escapar.

Hoy seremos miles y miles los que nos encontraremos, esbozando una sonrisa, sabedores de que lo que defendemos lo defendemos para todos, que no vamos contra nadie sino que defendemos los intereses de la mayoría, que queremos una buena educación para nuestros hijos y que aprendan y dominen cuantas más lenguas mejor. Y eso hoy sólo lo garantiza la inmersión lingüística, un sistema reconocido y premiado en Europa y que ha demostrado todos estos años unos resultados muy notables. Sólo un apunte en este sentido, que no es una anécdota cualquiera: hoy los escolares catalanes -cualquiera de ellos- hablan más lenguas que cualquiera de los presidentes españoles de la democracia, que sólo han hablado una y gracias.

Y evidentemente que es imprescindible mejorar los recursos que destinamos a la educación -y también a la sanidad-, porque son justamente los dos pilares del Estado del Bienestar. El consejero Mas-Colell cifraba el jueves en 15.000 millones de euros el déficit fiscal que sufrimos los catalanes. Imaginemos por un momento todo lo que podríamos hacer con ese dinero, invertido en educación, en sanidad, al servicio de la economía productiva, de las infraestructuras que tanta falta hacen para ser un país avanzado, equilibrado y moderno. Es fácil imaginárselo y doloroso constatar cómo año tras año todos estos recursos que genera nuestro país se desvanecen para luego dar lugar a las inversiones suntuosas en aeropuertos sin aviones, trenes de alta velocidad sin pasajeros o autopistas por donde prácticamente no pasan coches. Y no digamos ya cuando destinan estos recursos a rescatar peajes en las autopistas radiales de Madrid, cuando pretenden indemnizar proyectos como el Castor o cuando los destinan a lujosas embajadas, consulados y residencias en el exterior mientras aquí nos niegan las ayudas a la dependencia o dejan sin ayudas a tantas familias.

La movilización convocada por Som Escola no es una más. Nunca lo es cuando está en juego la educación de nuestros hijos. No es una más cuando está en juego el futuro de unas generaciones a las que hoy el PP pretende imponer un modelo educativo contrario a lo que defienden las asociaciones de padres, la comunidad educativa y la inmensa mayoría de representantes políticos. También es ahora el momento de recordar a los compatriotas de las Islas Baleares y su ejemplar movilización en defensa del catalán como lengua vehicular y común, admirable la tenacidad con la que llevaron a cabo una huelga que se convirtió en toda una demostración de dignidad. Y aprovecho la ocasión para hacer llegar un fraternal abrazo a Jaume Sastre, que pronto hará cuarenta días que está en huelga de hambre para protestar contra un Gobierno balear que no tiene más propósito que torpedear la educación en Baleares y en las Pitiusas. Y tampoco me olvidaré de Escola Valenciana y los miles de alumnos valencianos que son privados de poder estudiar en catalán a pesar también de los buenos resultados de las líneas en valenciano. O los vecinos de la Franja para los que el PP ha inventado incluso una lengua en la enésima demostración de hacer escarnio a los hablantes del catalán en todo el dominio lingüístico.

Tenemos mil motivos para salir a la calle y hacernos sentir, de aquí al 9-N, cuando todos debemos salir masivamente a la calle a votar, a ejercer el derecho político más elemental: el sufragio. Y hoy como mañana, cívicamente, con firmeza y determinación, convencidos de que hacemos lo mejor que podemos hacer para asegurarnos un futuro mejor, un futuro del que seremos protagonistas, un futuro que anhelamos porque queremos hacer las cosas mejor y porque queremos nuestro bien. ¡Vamos pues!

(Ara)

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